lunes, 20 de febrero de 2017

Despertar al alba

Foto: Mayte Menéndez Guil




Luna de amanecer: ¿Por qué al alba, si más claro el cielo se torna, resaltas aún con más fuerza, y tu cara parece sonrojarse?

¿Será porque haces de espejo aún más directo, anunciando el fuerte humor del héroe que es tu esposo, quien, arrojado, casi asoma, triunfante de la noche?

Y sin embargo, ¡Oh! Luna, no siempre te ocultas: ¿Es cierto que cuando llega el Sol, viene tu ocaso?

No. Como ahora, muchas veces permaneces, y dándole la razón como a los necios, tú, Luna lunática, dejas de brillar a los ojos de los hombres.

Falta de presunción. Humildad suma, de quien crea el sentir junto a la noche.

Ante ti acuden a mi mente los versos de sentimientos más puros, verdaderos, deseos e ideales.

Quiero que la importancia de tu rostro en el cuarto en penumbra, sea la de la mujer que amo.

Que seas el espejo en que Amor se mira y animes a todo aquel que ama o se pregunta.

¿Qué hay en tu luz que lo fomenta? Mecenas eres del sentimiento humano.

Y, para no ser menos ni más que en otra aurora, vas mermando tu contraste, palideciendo en un firmamento que se torna, lentamente, azul y claro.

Esta noche de invierno yacía inconsciente, y al alba tú tocaste suavemente en mi oído, para que contemplara a través de los cristales tu rumbo lento, y cómo dulce, condescendiente y sabia, cedes protagonismo sin tragedia.

Si tú, campeona y diosa del sentir, te dignaste a hablar con un mortal, concédeme la conexión, al fin, con lo que siento.

Quiero notar el latido del corazón que mi pecho encierra, que se agite como pajarillo dentro de su jaula o lagartija en suave mano. Pero no, porque me duele: No quiero ser cárcel, motivo de sufrimiento o muerte para el otro.

No me desdigo. Pero es hora de que la insensibilidad de mi piel, acartonada por el exceso de agua, viento o sal vire, como tú, Luna, en paz hacia el silencio.

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