sábado, 2 de enero de 2016

La Vida Bonita



VOY EN BUSCA DE LA DICHA. TE LA OFRECERÉ COMO QUIEN REGALA UNA FLOR A SU AMADA

No. No somos gente mala. Nos queremos -creo- mucho. Pero, si seguimos juntos, dejaremos de respetarnos. 
La vida ha dado muchas vueltas desde el primer fogonazo del enamoramiento, hasta este pesar de la ida hacia allá, la lejanía. La separación golpea nuestra puerta. Y yo, obediente, aunque dolido en lo más profundo de mi alma, me marcho, y cerraré la puerta tras de mí. Por favor: Que no escuche llanto. Que no te escuche llorar.
Lloraremos día a día, noche a noche, en cielo azul, en noche estrellada. Y cuando el viento sople y el frío endurezca los carámbanos del tejado; cuando la nieve traiga a nuestras vidas lobos sin dueño; cuando la chimenea sea la luz de nuestro hogar... Sí, entonces, yo  cantaré las cuitas, los pesares, los dolores, las aventuras, los amores, la felicidad, la paz que habré vivido ahora que tú, muerte, te presentas. Y recitaré un largo poema-cuento, el más bello, el de la pradera en flor de esta primavera que ahora acaba, hoy que escribo, que duró mientras compartimos tú y yo esa vida, esa vida que, mirando arder el fuego, va apagándose, se apaga a la par que las visiones de danzantes diosas y brujas del bosque se disponen a representar la obra La Vida Bonita, pues eso ha sido para mí lo que a su término es la tercera parte de mi vida. Hasta ahora has traído a mi devenir lo más bello, lo más consciente, la mayor paz que imaginar pudiera.
Ni siquiera la antaño por mí mitificada infancia -que ahora con perspectiva recuerdo no feliz-, ni la posterior y larga agonía de juventud, nada puede compararse a lo que viví contigo: la paz, la consciencia... Sí: me falta la dicha. Pero ésta no supimos encontrarla juntos. Quizá por separado la hallemos, y yo pueda llevártela, un día, y entregártela como se regala una flor. Un presente para la persona a la que quizás más amo en el mundo. Me vienen a la mente mi madre, mi abuelo, no más...
Has traído la paz al suicida, al que tira al monte desgarrado y loco, al que, desaforado grita con voz de trueno en lo alto del cerro a la luna que se fue. Le has dado una brújula, y ya no es un loco perdido.
Y así, así... En paz, sabiendo que la negra señora ha venido para llevarme, saborearé, una a una , las aceitunas de nuestros días. Una a una, una a una irán pasando por mi boca, por mi lengua, mi paladar, mis labios... y de ahí a mi mano. Y cuando todas estén en el odre, iréis a sembrarlas, una a una, bajo la tierra. Al pasar los años, nuestro amor germinará en este olivar soñado hoy, que mañana vivirán los que nos habrán olvidado, y tú y yo no seremos ya más que dos hojas llevadas por el viento.
Te amo. Te amo, y voy, sin embargo, a cerrar tras de mí esta puerta. ¿Qué encontraré a este lado? ¿Cómo puedo dejarte atrás, e interponer la puerta de nuestra casa entre los dos? No lo sé. Que Dios me perdone. Pero creo que, aunque no lo entienda, es necesario.
¡Mayte! Adiós. Amor mío, adiós. Que sea un hasta pronto. Un hasta siempre. Amor mío. Amor...
¡Mi vida bonita!: Ya estoy en la escalera.