sábado, 13 de febrero de 2016

Accidente en la desembocadura del Río Negro del Alma.



Febrerillo loco (A mí me tocó bisiesto): Aún así, sigo en mis trece.



Yo, el pedazo capado, el vitando, el abominable hombre de las nieves, a mis casi cincuenta y cinco años de edad, después de tamaño naufragio y pérdidas en los confines de lo ignoto -parajes que no desearía a nadie ni aún odiándolo hasta lo insoportable-, después de desvivirme, de perder mi vida en un desleído líquido en anodino vaso que agita la mano de la bruja -pero con ella me llevo-, que da a beber la Sra. Muerte, a quien tengo por enamorada, que tomo con la maldición del mismísimo Diablo, bajo el supuesto olvido de Dios... En esta Oscura Noche del Alma, que he penado durante las tres cuartas partes de mi vida desde mi concepción, de la que digo estar saliendo día a día -con altibajos, normal: no iba a ser sencillo el devenir, ni lo pido-, a la salida del oscuro túnel, en plena desembocadura del río del alma que me lleva, río de aguas subterráneas en casi todo su curso, el Martes -que pudo ser Muerte- 2 de Febrero, sufrí el accidente que me tiene postrado en el lecho del dolor, situación y propias carnes que me hacen recordar al Vizconde Demediado, con quien tanto me identifiqué, de mi admirado Italo Calvino, perteneciente a la trilogía Nuestros Antepasados, de anhelante relectura, que, qué más quisiera, de viva voz encontrara yo lectores. Preparad vuestras gargantas, amigos, amigas... 



Ésta podría ser la imagen mental que me embarga en estos días: El dolor de lo duro en el seno de lo blando. El fondo del mar en que reposa el navío. Las aguas cálidas-frías que acunan, lentamente, el casco hundido. Las velas bailonas al vals de las olas. La mortecina luz fosfórica, que, la mágica Luna, filtra, en romántica noche, mientras gritos desesperados de espíritus de enormes ojos, resuenan, ante la voz eterna del lumínico y líquido camisón de la joven soprano muerta hace siglos...

Yo, como esa dama muerta, aún no sé que ya no estoy en el mundo de los vivos: Yo, quien se ha preocupado de anunciar a los muertos su condición ignota, ahora, creo, he de recibir el mismo trato exquisito, la misma noticia necrológica: El Reportero de la Muerte, falleció ayer de accidente laboral...
Recordando a León Felipe y su Canción Marinera, así nos canta Luis Pastor, con Lourdes Guerra, Rubem Dantas...
                                                ¡Y viva la batalla naval vallecana! Besos.